¡7.500 litros!

- Breve y elemental repaso al sistema cardiovascular -

 Podríamos considerar al  aparato circulatorio, como un circuito cerrado (sistema vascular), incluido en el cual, una bomba aspirante-impelente (el corazón) hace circular continuadamente un líquido (la sangre, en una cantidad aproximada contenida en el cuerpo, de entre 4'5 y 5'5 litros), compuesto este por una parte líquida (el plasma) y una parte sólida (las células sanguíneas: hematíes, leucocitos, plaquetas, etc.), y hace llegar esta sangre a todas las células, lo que supone en definitiva la actividad vital del organismo, ya que es el líquido que nos mantiene vivos.

El corazón, es el recurso vital de nuestro cuerpo y el órgano clave del aparato circulatorio. Es una potente bomba muscular hueca, cuya función es: a) controlar todo el ciclo cardíaco; y b) bombear y hacer circular la sangre.

Este auténtico ‘motor’ de nuestro cuerpo, es una máquina incansable y prodigiosa, ya que envía al aparato circulatorio, cada día, unos 7.570 litros de sangre, que recorrerá los aproximadamente 96'560 kilómetros de vasos sanguíneos que conforman el sistema circulatorio; como ejemplo, en una persona de 80 años, habrá impulsado un total de ¡560 millones de litros!. Late, a un ritmo de entre 60 a 100 latidos por minuto (aunque, puede hacerlo por debajo o muy por encima de esas cifras), aproximadamente, 100.000 veces por día, lo cual supone 30 millones de veces por año. Y así, en una persona de 70 años, habrá latido –aproximadamente- 2.500 millones de veces. Ciertamente, impresionante, ¿no?... ¡Maravilloso!


Situado en la parte central-izquierda del tórax, inmediatamente por encima del mediastino y 'arropado' por ambos pulmones, está formado por 4 cavidades: 2 aurículas (derecha e izquierda; que son las que reciben –en la diástole- la sangre  que ingresa en el corazón), y 2 ventrículos (derecho e izquierdo; que son los que impulsan –en la sístole- esa sangre fuera del corazón, hacia las arterias). Y a su vez, estas cavidades están comunicadas por 2
válvulas: la tricúspide, que comunica aurícula y ventrículo derechos; y la mitral, que comunica aurícula y ventrículo izquierdo. Estas válvulas, solo permiten el paso de la sangre desde la aurícula al ventrículo, pero no al contrario. Y se completa el esquema, con otras 2 válvulas: la aórtica, a través de la cual pasa la sangre cuando el ventrículo izquierdo se contrae e impulsa la sangre a la aorta; y la pulmonar, que es por donde pasa la sangre hacia la arteria pulmonar, impulsada por el ventrículo derecho (Estas 4 válvulas, se abren o permanecen cerradas, según en qué fase estén aurícula y ventrículo. Así p.e., en el llenado del ventrículo izquierdo, la sangre le llega de la aurícula izquierda a través de la válvula mitral, estando la válvula aórtica cerrada; y por el contrario, cuando este ventrículo se contrae impulsando la sangre hacia la aorta, lo hace a través de la válvula aórtica, permaneciendo entonces cerrada la mitral).

A la ‘dilatación’ de las aurículas –en la fase en la que ‘aceptan’ sangre-, se la denomina diástole; y a la contracción de los ventrículos –cuando estos impulsan dicha sangre hacia las arterias-, sístole. Y la función de ambas (aurículas y ventrículos) es muy diferente, puesto que las aurículas solo ‘traspasan’ o envían sangre hacia los ventrículos, y son ya estos los que envían esa sangre a las grandes arterias –aorta y pulmonar- y por medio después del vasto árbol circulatorio, constituido por arterias, arteriolas y capilares, a todo el organismo.

Y lo que hace funcionar a esta ‘bomba muscular’ llamada corazón, son unas ‘señales’ o unos impulsos eléctricos. Iniciados en el nodo sinoauricular (SA), verdadero ‘marcapasos del corazón’, este envía una señal eléctrica que es la que inicia la actividad contráctil del músculo cardiaco; esta señal o impulso, hace que primero se contraigan las aurículas, y después se traslada o se trasmite hacia otro nodo, el auriculoventricular (AV) -que actúa como una ‘estación de relevo’-, y desde el cual, estas señales viajan –a través de una microscópica y compleja ‘red eléctrica’- hacia los ventrículos derecho e izquierdo, haciendo que estos se contraigan, en la llamada sístole, impulsando o inyectando así la sangre a través de las arterias principales. Y es el ‘marcapasos del corazón’ (o nodo sinoauricular), el que fija la velocidad del latido –y consecuentemente, la frecuencia (o pps = pulsaciones por minuto)-, haciendo que todo el corazón se contraiga al ritmo que él marca. De manera que, en principio, existen estos 2 ‘nodos’ (los citados); pero en algunas situaciones en que estos fallan –por circunstancias que no vienen al caso-, aparecen otros nodos, que se llaman ‘ectópicos’ y que permanecían ‘dormidos’ o inactivos pero que, serán entonces los que llevarán y fijarán el ritmo del corazón (mas o menos, digamos, ‘acertadamente’ o regularmente). Y este marcapasos 1º –el llamado sinoauricular-, actúa en función de los requerimientos de las células; así que, en función de estas necesidades del cuerpo y mediante los mensajes que le envían el propio cuerpo y el cerebro, marcará o impondrá un ritmo lento -cuando p.e. estamos serenos, en reposo o dormidos-, o un ritmo mucho más rápido, durante un ejercicio físico exigente o p.e. en situaciones de pánico o de ‘stress’, en las que el organismo demanda o requiere mucha mayor cantidad de oxígeno.

Si iniciamos un ‘recorrido virtual’ a partir del ventrículo izquierdo, vemos que este bombea o impulsa a la aorta una sangre muy rica en oxígeno –ya que viene directamente de oxigenarse en los pulmones- y también muy rica en nutrientes; esta sangre, llamada sangre arterial, a través de una tupida red de arteriolas y capilares (estos, solo visibles al microscopio), llega a todas las células del cuerpo, ‘cediéndoles’ –en un muy complejo proceso- ese oxígeno y esos nutrientes, necesarios y esenciales para la vida de las células y del organismo por lo tanto,y ‘recogiendo’ dióxido de carbono y otros productos de desecho celulares. Todos ellos, ya a través de la red venosa –que comienza igualmente por unos finísimos capilares- y constituyendo lo que se llama sangre venosa, y vehiculados por ella, desembocarán en las venas cavas superior e inferior, que van a ingresar en la aurícula derecha –en la fase que se denomina diástole-, que, a su vez, impulsa esta sangre al ventrículo derecho y este la bombea y la lleva hasta los pulmones mediante la arteria pulmonar (la cual, por lo tanto, aunque se ‘etiqueta’ como arteria, no lleva sangre arterial sino venosa). En los pulmones, en íntimo contacto capilares extraordinariamente finos, con las delgadísimas paredes de los millones de pequeñísimos alvéolos –los diminutos ‘sacos de aire’ de los pulmones-, y repletos estos de oxígeno durante la inspiración, hay un doble y complejo intercambio: la sangre venosa ‘cede’ a los alvéolos el dióxido de carbono y demás desechos celulares, y ‘se carga’ y se enriquece de oxígeno y de nutrientes. Ahora, esta sangre recién oxigenada, abandona los pulmones a través e las venas pulmonares (que, pese a denominarse venas, llevan sangre arterial) y es llevada a la aurícula izquierda que, a su vez, al contraerse –ya sabemos que a través de la válvula mitral-, llena con ella el ventrículo izquierdo. Y por otra parte, los pulmones, durante la espiración, eliminan el dióxido de carbono y los otros desechos. Y…¡vuelta a empezar el ciclo!

En realidad, y como habremos podido comprobar o deducir, existen como dos aparatos circulatorios (aunque, integrados en uno solo): la circulación pulmonar, en un circuito breve, que va del corazón a los pulmones y desde estos regresa al corazón; y la circulación sistémica, que envía sangre desde el corazón a todas las partes de nuestro cuerpo y luego, otra vez después de un largo recorrido, vuelve a traerla al corazón. Y también reseñar, que existe una íntima implicación y sinergismo entre latidos cardíacos y circulación, y entre el aparato respiratorio. Añadiremos también, que el oxígeno ‘viaja’ a través de las arterias, transportado mediante la hemoglobina -un pigmento de color rojo capaz de fijar el oxígeno-, que se encuentra en los glóbulos rojos o hematíes. Y que además, la sangre transporta igualmente hormonas diversas –producidas por el aparato endocrino-; y ya que estas son las ‘mensajeras químicas’ del cuerpo, transferirán órdenes o instrucciones de un conjunto de células a otro (p.e., una de estas hormonas ayuda a controlar la liberación de sal del cuerpo, que realizarán los riñones mediante la llamada diuresis).

En fin, todo aparentemente muy complejo; pero… ¡sencillamente maravilloso! Como maravilloso es el conjunto del organismo humano. Claro, ¡digna y perfecta obra, digna y perfecta ‘puesta en escena’ de Aquel que lo creó!

                                                                           Escrito por Raffaello
                                                                                      J03.02.2011