Sí, un mundo, unos mundos, de extrema pobreza,
de incultura, de explotación, de abandono, de marginación…, ¡de ol-vi-do!
Según un reciente informe dela FAO , mueren de hambre en el
mundo ¡11 millones de niños cada año! Sin olvidar que –según dicho informe-
¡854 millones! de personas pasan hambre; mientras sobran –y… ¡se tiran!- un 10%
de los alimentos
que producimos. A eso, por supuesto, hay que añadir los millones de niños que,
en su miseria, malnutrición y
ausencia de servicios sanitarios y vacunaciones
–todo ello, verdadero ‘caldo de cultivo’–, mueren victimas fáciles del Sida, la
disentería, la tuberculosis, la leishmaniosis, la malaria…; o los que fallecen
por malos tratos; los que mueren en los conflictos armados –con frecuencia,
obligados a actuar como pequeños ‘soldados’–; o secuestrados por mafias para
comerciar con sus cuerpos y con sus órganos, etc., etc. Algo verdaderamente
impactante, casi casi increíble, atroz, dantesco, ¡aterrador! Según un reciente informe de
En estos paupérrimos y olvidados países –que, a veces, ni sabríamos con certeza dónde se ubican en los mapas–, con estos desvalidos niños candidatos seguros a una muy prematura y angustiosa muerte, se vuelcan miles de personas: religiosas y religiosos –jóvenes y mayores–, y cantidad de miembros, hombres y mujeres, de diversas ONG’s (‘Cáritas’, ‘Manos Unidas’, ‘Ayuda en Acción’, ‘Médicos sin Fronteras’, ‘Anesvad’, etc.), que entregan sus vidas con admirable empeño y generosidad, por ayudar, por llevar a estos pequeños comida y medicamentos, tal vez, con mucha suerte, un pequeño hospital de campaña; y un albergue digno, unas normas de higiene y una al menos elemental enseñanza…; y, lo que es aun mas importante: por hacer llegar hasta ellos ¡un rayo de luz y de esperanza! ¡por decirles, que hay un Dios que los quiere y que sufre con ellos… Pero, frente a tan maravilloso entusiasmo y generosidad –que llega al heroísmo ¡con harta frecuencia!–, los que gobiernan nuestro mundo, el mundo de los
Y, no acaba aquí el drama. Hay otro –otro
mundo, otro drama–, tan horrible o más, al que podríamos calificar tal vez, de
‘matanza’. Esta, silenciosa y deleznable, pero aprobada, consentida, ‘regulada’
y recomendada incluso, por algunos gobiernos de países muy ‘civilizados’, muy
‘progresistas’ y muy ‘modernos’’: los abortos. Los ‘amparados por la ley’
–efectuados en las llamadas ‘clínicas abortivas’ (pocas veces en los
hospitales), y según los ‘supuestos’ estipulados–; y miles y miles más, hechos
en la más sucia y tenebrosa clandestinidad (Por cierto, ¡super-millonario
negocio para algunos!). Sólo en España, y sólo durante el año 2008 –según las
cifras que se han publicado y manejado (¡que serán muchísimos más!)–, se
practica- ron, ¡112.000 abortos! Sí, 112.000 seres humanos, absolutamente
inocentes y extremadamente vulnerables, desvalidos e indefensos que, la mayoría
de las veces por puro egoísmo y cicatería de sus progenitores, no llegan a ver
la luz del sol; ni llegan a poder sentir el calor y el amor de unos padres; ni…
esa ‘ración de cariño’ a la que, cuando menos, todos los mortales deberíamos
tener derecho… Y todo ello sólo porque, ya antes de nacer ellos, estos padres
-¿se les puede llamar así?-, sencillamente, los han sentenciado a muerte. Se
podría pensar –salvando las distancias- que, el estar alojados y cobijados,
‘anidados’ y en teoría seguros, en el útero materno, no era otra cosa sino…
estar en una especie de ‘corredor de la muerte’. En este caso, esperando la
inyección letal, la succión, las dosis masivas de prostaglandinas, el bisturí
asesino o... la fría trituradora.
“¡Dejad que los niños se acerquen a mí!”, dice el Señor. Pero, Señor, a este paso, con este ritmo de muertes y de asesinatos, ¿van a quedar niños en el mundo para que puedan acercarse a Ti?...
En un universo tan grandioso, tan admirable en su infinitud, y tan majestuoso –¡perfecta obra de Dios!, sin duda–, las personas somos como pequeñísimos granitos de arena, somos realmente insignificantes…, y solos, ¡poco o nada podemos! Pero, millones y millones de granitos de arena, hacen una pequeña playita; y luego otra más grande…; y después, ¡tal vez un archipiélago! ¿Y si, en este mundo nuestro tan civilizado y tan ‘post-moderno’, en el que se ensalza a los poderosos y se dilapidan fácil y frívolamente verdaderas fortunas, pero, ‘se hace ascos’ a compartir, y ante estas plagas de terrible indiferencia y estas dolorosísimas epidemias de desamor, todos unidos cooperásemos para ayudar a evitar tanta miseria, tanta desidia, tanto ‘olvido’, tantísima injusticia y tantísima desgracia en esos ‘otros mundos’?...
“¡Dejad que los niños se acerquen a mí!”, dice el Señor. Pero, Señor, a este paso, con este ritmo de muertes y de asesinatos, ¿van a quedar niños en el mundo para que puedan acercarse a Ti?...
En un universo tan grandioso, tan admirable en su infinitud, y tan majestuoso –¡perfecta obra de Dios!, sin duda–, las personas somos como pequeñísimos granitos de arena, somos realmente insignificantes…, y solos, ¡poco o nada podemos! Pero, millones y millones de granitos de arena, hacen una pequeña playita; y luego otra más grande…; y después, ¡tal vez un archipiélago! ¿Y si, en este mundo nuestro tan civilizado y tan ‘post-moderno’, en el que se ensalza a los poderosos y se dilapidan fácil y frívolamente verdaderas fortunas, pero, ‘se hace ascos’ a compartir, y ante estas plagas de terrible indiferencia y estas dolorosísimas epidemias de desamor, todos unidos cooperásemos para ayudar a evitar tanta miseria, tanta desidia, tanto ‘olvido’, tantísima injusticia y tantísima desgracia en esos ‘otros mundos’?...
Rafael
Ild. Pérez-Cuadrado de Guzmán
Médico
Nota.- Este articulito, estaba ya publicado en este 'blog', pero..., como 'perdido' entre otros muchos. Y yo hoy, he querido 'rescatarlo', sacarlo a la luz y -aunque está escrito hace años- ponerlo de actualidad. Considero que es interesante conocer todo esto.
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