lunes, 15 de agosto de 2016

La otra orilla.-  /

Estaba pasando yo -debido a un cúmulo de adversidades-, una etapa de inquietudes, de zozobras, de incertidumbres, de temores… Y me sentía como… atenazado (’Yo sueño que estoy aquí, destas prisiones cargado…’). Y me rebelaba continuamente. Sentía que…,¡me faltaba algo extraordinariamente importante, definitivo!...Y sabía por ello, que debía aspirar a mucho más, respondiendo con generosidad y con hechos a esos ‘talentos’ que me habían sido dados…                          
     Con frecuencia, recordaba aquella frase que tanto me había hecho reflexionar: ‘no vueles como un ave de corral, ¡cuando puedes subir como las águilas!…’ . Y una voz, dentro de mí, me repetía con firmeza, con insistencia: aparta de ti tus dudas, tus dilemas, tus temores…, porque todos ellos son –decía el poeta- ‘como tenazas de alacranes ponzoñosos’; que te intimidan, que te hieren y te laceran, que te anulan…  Era la misma voz armoniosa, dulce y clara, que me animaba a luchar, a liberarme de ‘mis fantasmas’, ¡a avanzar! ¡a ganar la batalla! ¡a dejar mi vida en las manos de Dios! (‘¿Por qué, Señor, habiéndote ofendido y habiendo de tus dones abusado, con ansiosa impaciencia me has buscado, hasta hallarme y volverme arrepentido…?’). Y decidí,  ir en busca de aquello que llenara de ‘contenido’, de ilusión y de verdad mi existencia, mi espíritu, mi alma…                                                    
-             Y un sereno atardecer, me dirigí a la playa… Y arbolé mi pequeña embarcación Llevaba apenas provisiones, y escasísimos pertrechos; pero, llevaba ¡tanta ilusión!...  Y empujé mi barca con fuerza, con decisión… Y me hice a la mar ¡Necesitaba hacer ese ‘viaje’! Necesitaba… ¡ir al encuentro de mi Señor!         
    Pero, subitamente, comenzaron a surgir serias complicaciones:
soplaba un viento que se hacía huracanado por momentos; el cielo se cubría de negros nubarrones, que ocultaban las otrora rutilantes estrellas; los incesantes relámpagos, truenos y rayos, daban un aspecto tétrico a aquel escenario…; la mar se encrespaba más y más, y las ‘fauces’ de las enormes olas, amenazaba con engullirnos a mí y a mi velero… ¡Estábamos  librando una auténtica batalla contra los elementos!… Pero yo, ¡no podía echarme atrás! ¡tenía que alcanzar mi objetivo, mi sueño! Si el huracán era fortísimo…, ¡yo sería aún más fuerte que él!                                                                              Y al fin, después de aquella desigual, tenaz y denodada lucha, arribé a… ‘la otra orilla’. Maltrecho, empapado, dolorido y extenuado; pero, eso sí, ¡animoso y feliz! ¡dichoso por haber llegado! Y una vez hube varado mi barquito, me apresuré a montar mi pequeña tienda de campaña; y encendí mi candil…; y me dispuse a descansar, a dormir.    -------
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 Oí como un lejano rumor de voces que iban acercándose, un murmullo que iba ‘in crescendo’… Y, aún casi agotado y entumecido, desperté y me levanté. La suave y cálida luz del recién estrenado día, entraba por entre las rendijas de mi tienda… Abrí la toldilla; el día era ahora sereno, hermosísimo…. El astro rey, apenas ‘asomando’ por el horizonte, majestuoso en su belleza, jugueteaba con las pequeñas olas que, al romper mansamente en la orilla de la dorada playa, estallaban en mil destellos; numerosas pequeñas aves, con sus bulliciosos y alegres trinos, revoloteaban sobre el sereno mar; el cielo se ‘teñía’ de un precioso azul, intenso y transparente…; y el aire era fresco y limpio, con ‘sabor’ a algas y a yodo…
-  Y entonces observé, sorprendido, cómo un numeroso grupo de personas se agrupaban en torno a mí… Todas me daban la bienvenida; todas, me sonreían, y me abrazaban… Y todas, con gran sencillez y naturalidad, me hablaban de sus ‘vivencias’: de la amistad y de la alegría; del compromiso y de la lealtad; de la generosidad en la entrega; de la maravilla de la gracia; del valor de lo eterno, de Dios… Y descubrí entonces , comprendí, -¡qué sublime sensación!-, que en realidad, ¡era Él, el Señor!, quien me hablaba; sí, a través de todas esas personas…, a través de sus gestos, de sus palabras, de sus sonrisas, de sus miradas…                                    
-      Muy pronto, yo era ya uno más entre ellos. Y resultó extremadamente fácil. Sí,  porque aquí, en esta ‘orilla’, no hay rencores, ni enfrentamientos…; y, por el contrario, hay fraternidad; y hay alegría, ilusión, optimismo, enormes ‘dosis’ de fe…; hay sincera humildad (‘quien vive en divorcio total de las vanidades, siente ¡que le nacen alas!’), hay paz y amor… Aquí, todos somos hermanos; y ninguno es más ‘importante’ que los otros… Aquí, todo es nuevo y sencillo, y extraordinariamente bonito… Todo lo hacemos por Él; y todo lo referimos y lo ofrecemos a Él… Y entre nosotros, ¡siempre el Señor está presente! (Y es que: ‘Cuando dos o más se reúnen en Mi nombre, Yo estoy siempre en medio de ellos!’).
-         Ahora, de nuevo mi mujer  y mis hijas conmigo (¡qué preciosa, por cierto, aquella definición de esposa!: ‘una escalerilla de luz que conduce
hasta el Cielo’); ahora, que me sentía por fin enamorado de la vida y ¡libre!... Si, tal vez ahora, con la ayuda del Señor…, ¡podría volar tan alto tan alto como las águilas!                                           
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- Aquí, he ahuyentado y olvidado mis temores, mis ansiedades, mis ‘heridas’…; y he encontrado la paz y la felicidad que soñaba. Aquí -¡eso sobre todo!-, sé que puedo ayudar, ser útil a los demás… Es como… ¡vivir, ‘en otra dimensión’! Él me ha transformado, y me siento ¡como si fuese otra persona! (‘Toma mi vida, Señor…, ¡hazla de nuevo!’). Y junto con mi familia, entre estas sencillas gentes, entre estos hermanos, aquí, tan cerca de mi Señor…, ¡me quedo para siempre!  Sí, porque ‘solo Tú, Señor, tienes palabras de vida eterna’. 
-     Aquí he varado para siempre mi barca y he asentado mi vida … Sí, aquí…, ¡en ‘la otra orilla’! ‘Y caminaré en la presencia del Señor’ ‘Y toda mi vida será alegría y júbilo’. Y será mi lema, aquella preciosa frase de la Biblia: ‘no debas nada a nadie, más que amor’.

                        
                                       Rafael Ild. Pérez-Cuadrado de Guzmán
                                                                           Coronel Médico de la Armada















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