martes, 15 de septiembre de 2015

'El toro de Vega'.-  /
Un año más, se ha celebrado en la localidad de Tordesillas (Valladolid, España), la fiesta (¿) de matar a un toro despiadadamente y mediante un anticipado, prolongado y atroz sufrimiento. Deben de estar muy orgullosos los aguerridos y valerosos (¿) hombres, mujeres, chicas y chicos que –se dice en la prensa, que en un total de ¡40.000 personas!-, han acosado, han lanceado y han vuelto loco a este pobre e inocente animal, hasta acabar con su vida, entre el jolgorio y el regocijo –se supone- de esos miles de valientes. Y es curioso y casi ridículo que –lo he leído hoy en el ‘teletexto’-, a esto se le denomine nada menos que…, ¡torneo!
Son frecuentes en España –demasiado frecuentes, diría yo-, los ‘festejos’ de localidades en los que el principal atractivo es soltar a un toro y…, marearlo, aturdirlo y hacerle daño, para después ‘valerosísimamente’ –eso sí- acabar con su vida. El algunos lugares –no recuerdo ahora dónde- les colocan unas bolas de fuego en la cornamenta; en otros, los llaman o los citan y, mediante unos ‘pases’, 

los marean y desorientan hasta hacerlos caer al cercano mar, desde el cantil; en otros -Pamplona, San Sebastián de los Reyes, etc.- son lo que llaman ‘encierros’, de todos conocidos ‘¡Oh!, los subidones de adrenalina!’, dirán muchos de ellos. Sí, pero, ¿merece la pena jugarse la vida en un lance de estos?...
En todos ellos, se ‘juega’ con un toro, se le martiriza y, generalmente, se acaba de una o de otra manera, pero siempre con saña y con violencia, con su vida. Se ‘juega’ con un toro que, es un muy bravo y muy peligroso animal de 500 o más kilos, con una fuerza descomunal; y que para intentar defenderse de tanto acoso y de tanto daño, hace lo que sabe hacer: correr tras el gentío, embestir, cornear y, en algunos casos –lamentablemente- acabando con la vida de alguna persona. En este verano pasado, creo recordar que han sido 12 las personas que han fallecido por heridas de asta de toro en estas fiestas de pueblos y ciudades. Pero no, no se aprende de estas tragedias; y sigue el peligroso ‘juego’ con los toros; y sigue por tanto, la incierta pero siempre presente cita con la muerte.
Yo, particularmente, lo de ‘el toro de Vega’, lo considero, sencillamente una salvajada; impropio, por tanto, de un país que se llama civilizado. Porque es que, además, en casi ninguno de estos ‘festejos’, el toro tiene posibilidad alguna de salir vivo del evento. Al menos, en las corridas de toros –que me parecen otro lamentabilísimo festejo-, es una pelea de uno contra uno, desventajosa para el toro siempre, por supuesto; pero, uno contra uno. Y además en esta fiesta, el animal tiene alguna posibilidad –aunque remotísima, eso sí- de salir con vida del ruedo, que es cuando el presidente del festejo o de la plaza de toros, debido a la formidable bravura del animal, le concede el indulto y es devuelto a los corrales (Aunque, eso sí: con varios ‘agujeros’ –de las picas, de las banderillas, de los rejones, etc.- en su recia piel). Pero, ¡vivo!
Ya sé que, al leer estas líneas, muchos me tildarán de…, no sé: de pusilánime, de trasnochado… Pero, me importa, exactamente, ¡nada! Y ya sé también, que hay multitud de personas –tal vez una mayoría-, que piensan o que creen que los animales no sufren. Yo les diría solo una cosa: que a su perro o a su gato, a su animal de compañía, le den 10 navajazos en diversas partes del cuerpo; o… que le corten una pata ‘en vivo’. Y que cuenten luego la experiencia.
A los que haya molestado con estas letras, que me disculpen. Pero creo que no he hecho más, que hacer efectivo ‘mi derecho de expresión’


                                                               Rafael Ild. Pérez-Cuadrado de Guzmán
                                                                                              M15.Sep.2015.

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