Las tres travesías.- /
Hay
diversos países en el continente africano, que son, por múltiples problemas, un
caos, un descontrol absoluto; en muchas ciudades de esos países, las casas o
edificios que conforman calles, plazas y avenidas, son solo ruinas, un puro
escombro…; los servicios básicos -electricidad, agua potable, sanidad, etc.-,
si es que existían antes, son ahora una simple utopía; las bandas de
delincuentes, las milicias anti-gobierno o anti-sistema, unidos ya -en muchos
casos- a los feroces ‘combatientes’ yihadistas del llamado Estado Islámico,
controlan poblados y barrios, e imponen su ley del terror…; y las pobres gentes
que nada tienen que ver con todo ello y con esta situación, incluidos ancianos,
mujeres y niños, malviven presa del pánico, sin lugar donde cobijarse,
hambrientos y sedientos… No es, pues, de extrañar, que en países como Nigeria,
Etiopia, Kenia, Uganda, Yemen, Somalia y otros varios, para los supervivientes
de estas guerras, de estos horrores y de estas atroces masacres, el más
ferviente anhelo, el sueño –casi imposible a veces-, sea ¡huir! Y por ello, con
sus escasísimos medios económicos, deciden lanzarse a la aventura e intentar
llegar…, a la soñada Europa.
Muchísimos
de estos inmigrantes, habrán de sufrir primero la durísima travesía del
desierto del Sáhara, que les llevará entre indecibles sufrimientos y
penalidades 2 o 3 días; después, tendrán que entrar en algún país –Marruecos,
Libia, etc.- en donde puedan contactar con las mafias ‘ad hoc’ y conseguir –a
precios a veces escandalosos- un ‘pasaje’ para embarcar en una paupérrima y
desvencijada e inútil embarcación, en la cual los capos mafiosos, los
traficantes de hombres, les aseguran que
alcanzarán algún punto de Europa… Y,
llega el momento más incierto –y ¡tantas veces más trágico!- de iniciar la
travesía del Mediterráneo –la segunda travesía, tras la del desierto-, en la
que muchísimos de estos inmigrantes –generalmente subsaharianos- van
escasísimos de alimentos y de ropa adecuada y que, además, ¡no saben nadar!
Lo
que ocurre después, en infinidad de ocasiones, es ya bien sabido: los mafiosos,
que capitanean la ruinosa embarcación atiborrada de hombres, de mujeres
y niños, a media travesía desertan y vuelven a su país de origen en otra mejor
y más ligera embarcación, dejando abandonados a los cientos de inmigrantes.
Estas embarcaciones –‘desecho de tienta’-, generalmente suelen incendiarse (no
se comprende por qué motivos), o se quedan sin motores y sin gobierno y a
merced de las olas, de los vientos y de las corrientes, y la consecuencia es que suelen
hundirse. Y si es que alguna embarcación del Servicio de Costas italiano, o maltés
o español, no ha tenido materialmente tiempo de acercarse hasta ellos, o si
algún barco mercante cercano no ha podido auxiliarlos, pues, la tragedia está
servida, y la mayoría de estas pobres personas morirán ahogadas.
Por
cierto, que no se comprenden algunas cuestiones… Por ejemplo, el auge
‘expansivo’ del ‘EI’ (Estado Islámico), que va ocupando territorios de otras
naciones, basándose en las armas y en el terror. Y también, la cantidad de
otros grupos afines que se les unen incondicionalmente, como es el caso de
‘Boko Haram’ en Nigeria, o de ‘Al Shabaab’ en Somalia. También Rusia, con Putin
al frente, se adueñó silenciosamente de la península de Crimea y de las
ciudades o regiones ucranianas de Donest y Lugansk (y seguirá, probablemente,
con Mariúpol, a pesar de la tregua entre Rusia y Ucrania acordada en Minsk).
Son temas muy diferentes; sí, pero… tienen algún parecido: p.e., que se han ido
adueñando, por la fuerza, de territorios de otras naciones, saltándose ‘a la
torera’ las Leyes Internacionales; y también que, ante estos lamentables
hechos, el mundo entero, la comunidad internacional, ha permanecido como
‘silenciosa’ e indiferente. Y la pregunta es: ¿no se podía haber hecho algo más
para frenar estos ‘atracos’?...
Y
siguiendo con el tema de los inmigrantes, parece –parece, digo-, que Europa, o muchos
de los países de Europa, como que ‘miran hacia otro lado’, como si la cosa –el
gran problema, ¡la gran tragedia!- no fuese con ellos. Cuan equivocados están, si piensan o consideran que este
tremendo problema de la inmigración y sus correspondientes y difíciles
soluciones, conciernen exclusivamente a ‘los países del Sur de Europa’ –como se
les llama, un poco despectivamente-, a los países ribereños del
Mediterráneo…;
y, bueno, pues ¡que solucionen ellos los problemas y pongan los medios
necesarios para salvar primero y llevar después hasta Italia, España o Malta
los miles de inmigrantes que consiguen salvarse de la temida travesía al ser
rescatados a muchas millas aún de su ‘horizonte’… Pero es que, los inmigrantes
intentan llegar a los países más cercanos a su punto de partida –sea este
Marruecos o Libia-, es decir a Italia (isla de Lampedusa, principalmente), a
España (costas de Andalucía), etc.; pero hay que entender que, en definitiva,
el destino de ellos no es ni Italia, ni España, ni Malta, etc.; no, ellos lo
que quieren es ¡llegar a Europa! ¡entrar en territorio europeo! Y así, una vez
normalizada y legalizada su situación y ya con ‘papeles’, iniciarán…, la que yo
llamo 3ª travesía, que les llevará a…, ¡quién sabe dónde!, tal vez a París, a
Bruselas, a Londres o a Copenhague, a Berlín, a Varsovia, a Estocolmo, etc.
(Aunque, es preciso recordar que algunos de los países del Norte de Europa son
muy poco proclives a admitir extranjeros –inmigrantes, en el caso que nos
ocupa- en sus tierras).
El
problema de la inmigración, no es, pues, solo de ‘los países del Sur de
Europa’, sino que les atañe a todos ellos, a todos los países de Europa. Y por
tal motivo, deberían: en primer lugar, comprender los generosos esfuerzos que
están haciendo Italia, España o Malta en este sentido, y… ¡ayudar en estas
¡árduas tareas!; y en segundo lugar, arbitrar medidas o leyes, que consigan
impedir –pero, ¡ya mismo!- que tragedias como la reciente de los 700 (se habla
de, probablemente, 1000) ahogados, vuelvan a repetirse. Porque esto, además de
un terrible y dantesco drama humano, es también una auténtica vergüenza para la
civilizada Europa.
Y
pensemos, que los africanos –como las de cualquier otro lugar del mundo, por
supuesto-, tienen perfectísimo derecho a soñar con una vida mejor para ellos, y
con un futuro infinitamente más halagüeño para su mujer y para sus hijos. Y
tienen todo el derecho a luchar por ello y a intentar conseguirlo. Son nuestros
hermanos, y ¡debemos ayudarlos!
Rafael Ild.
Pérez-Cuadrado de Guzmán
Escrito el M21.Abr.2015
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